viernes, 10 de mayo de 2013

Los misterios de la Muralla China: Primera Parte

Siguiendo la costumbre (ir presentando la siguiente serie durante los últimos episodios de la anterior, repartiéndose la mitad de la revista), entran a la serie 19 de la serie original de Kalimán. 
Nuevamente, se trata de una trama creada especialmente para la historieta, usando como escenario la China milenaria. Por ende, encontramos múltiples referencias históricas y culturales, en medio de uno que otro elemento fantástico y sobrenatural. A pesar del titulo, no crean que la historia se limitará a la Muralla China (presente apenas al inicio, y después ya pierde importancia por completo), extendiéndose en muchos otros exóticos escenarios. Para tratarse de una historia más de viajes al pasado, veremos demasiado surrealismo que le resta un poco su enfoque inicial, trayendo a los personajes de un lado para otro, sin dejar de ser una aventura de lo más interesante. 
Durante esta nueva serie, van presentando en la revista La sabiduría de Kalimán, una sección recurrente, que consiste en una frase distinta en cada número, indicando que son "heredados de maestros del mundo interno universal" (¿?). Con el tiempo, se les acabarán las frases y tendrán que irlas repitiendo. 
A partir del No. 55, emplean la contraportada para presentar los “Kalimisterios”, notas que van contando diversos hechos o incidentes curiosos que aluden a eventos sobrenaturales en la historia de la humanidad (durante esta serie, abarcan la combustiòn espontanea humana, los zombies, las profecias de Nostradamus, el Hombre de la Mascara de Hierro, el mito del Necronomicòn, la sirena de Belle Isle, el Sasqueash, el Chupacabras, los vampiros humanos y Vlad el Empalador).

Kalimán, el Hombre Increíble No. 29-47 

   

Kalimán y Solín viajan a China con el único fin de conocer su gloria del pasado en un recorrido que los lleva desde los templos budistas hasta la Gran Muralla China. El Hombre Increíble ilustra a su discípulo con su amplio conocimiento cultural, y lo lleva hacia otra parada en el gran templo de Koang-Fo, deidad de la guerra, donde contemplan la impotente estatua de un demonio guardián y de la bella Princesa Sué-Lao. Kalimán se va a meditar, dejando solo a Solín, advirtiéndole no alejarse mucho. Al chico le parece ver que la estatua del guardián se mueve pero concluye que es tan sólo su imaginación. No tarda en desobedecer a Kalimán, internándose en el jardín cuando percibe un intenso aroma, proveniente de una flor de loto como parte de una sección especial. Se siente mareado y la arranca por instinto, provocando un temblor que anuncia el despertar de la estatua del guardián, culpándolo por haber cometido un grave crimen por el que tendrà que pagar con su vida. Solín grita y Kalimán acude en su defensa. El guardián les muestra a la estatua de la Princesa Sué-Lao, que ha cambiado de posición, advirtiendo que se suponía que prepararía un elixir con la sagrada flor de loto que la reviviría en la próxima noche de luna llena, y sin ésta, ahora morirá sin remedio. Kalimán se ofrece para obtener otra flor pero cree que el guardián se burla al indicar que sólo podrán encontrarla en el pasado. El guardián los invita a acompañarlo durante una ceremonia de oración para apaciguar la ira de Koang-Fo, tendiéndoles una trampa para dejarlos inconscientes mediante incienso adormecedor. Al despertar, el guardián le muestra a Kalimán su espíritu que ha sido desprendido de su cuerpo, aprisionándolo y amenazando con destruirlo si éste no se compromete a cumplir la misión de obtener la flor de loto. 

   

Kalimán se resiste, recuperando la movilidad, negándose a ser manipulado pero como el guardián amenaza con matar a Solín, tiene que cooperar. Les muestra un espejo mágico, indicandoles que tienen de plazo hasta la próxima luna llena para traer la flor de loto o de lo contrario destruirá el espíritu de Kalimán y decapitará a Solín. Arroja a Solín y Kalimán se lanza para seguirlo, atravesando el espejo y transportándose en la antigua China, justamente en el Año del Dragon Rojo. Kalimán y Solín se ven en las afueras de otro templo donde tiene lugar una ceremonia de iniciación de doncellas (algo que repetidamente el Hombre Increíble señala como una tradición que hacia mucho no se realiza en los templos, como si se le olvidara de que se trata su misión ¡que escéptico!). Son descubiertos por los guardias y Kalimán lucha brevemente contra ellos. Un monje interrumpe y exige una explicación. Humilde y educado, el Hombre Increíble se disculpa por su intromisión y admite su culpabilidad. El monje delibera con compañeros para decidir su castigo, considerando su mayor falta el haberse atrevido a mirar a la Princesa Sué-Lao, la más casta de las doncellas que iniciaban. Al final, deciden perdonarles la vida tomando en cuenta que son extranjeros que ignoraban sus costumbres pero los condenan a dejarlos ciegos. Kalimán pide como ultimo deseo el poder mirar nuevamente a Sué-Lao (indicando que ha sido amor a primera vista entre los dos), y es ella la que le confirma la fecha en que se encuentran.

   

Preparan los fierros al rojo vivo para cegarlos cuando tiene lugar un ataque por parte de los barbaros, en busca esclavos. Su asalto es brutal, y Sué-Lao es capturada para entregarla a su jefe, Mao-Fù. Como su sentencia queda olvidada, Kalimán se prepara para defender pero lo descuentan con un golpe traicionero, incorporándolo a la carga de nuevos esclavos junto con Solín. Son llevados hacia el territorio de Mao-Fù, encargado de la construcción de una sección de la Gran Muralla. El maloso en persona se presenta ante Kalimán, propasándose al darle de latigazos. Kalimán no puede aceptar ese trato y lo humilla, sólo para que sus hombres acudan y lo sometan a golpes. Herido en su orgullo, Mao-Fu ordena que le den cincuenta latigazos y le echen agua con sal en las heridas.

   

El Hombre Increíble resiste el castigo y es arrojado a las canteras donde lo ponen a trabajar de inmediato. A Solín lo ponen de aguador mientras Kalimán tiene que unirse a una peligrosa labor en lo más alto, siendo testigo de la crueldad con que atormentan y eliminan a los esclavos cuando dejan de trabajar. Por su lado, Sué-Lao es llevada con Mao-Fù para servirle como “esclava personal” pero como pone resistencia, éste la condena a ser confinada en un foso a merced de la oscuridad y las ratas, como escarmiento hasta que aprenda a respetarlo. Al terminar el descanso de la jornada, un derrumbe pone en peligro al jefe de los capataces y Kalimán le salva la vida, luciendo su fuerza sobrehumana al rechazar la roca antes de impactarlo. En “agradecimiento”, éste le pone un trabajo menos peligroso pero más pesado, remolcando los enormes bloques (normalmente transportados por varios esclavos a la vez). Durante la noche, Kalimán y Solín conviven con los esclavos cuando se presentan los karatecas (matones de Mao-Fù que a los ojos de Kalimán han desprestigiado el arte de la lucha, ya que sólo pelean para saciar sus instintos asesinos), en busca de oponentes (y cuando no los hay, se divierten masacrando a los débiles). Desafían a Kalimán pero éste se rehúsa a entablar una lucha innecesaria, mas como ellos se meten con Solín, tiene que entrarle.

   

La pelea es tremenda y el Hombre Increíble se ve superado en número ante los traicioneros ataques de los abusivos. Mao-Fù los interrumpe, prohibiéndoles eliminar a un esclavo tan valioso, advirtiendo que tiene una nueva tarea en mente para él. Los karatecas se retiran, jurando una revancha (que nunca sucederá) y Kalimán acepta el reto (pero ni volverá a pensar en ellos). 
Al día siguiente, Mao-Fù le ordena a Kalimán excavar en suelo solido para encontrar agua, una tarea extrapesada pero que convenientemente lo pone cerca del foso donde se encuentra prisionera Sué-Lao. 
Paralelamente, un mensajero acude con el Mandarín Kuè-Sao, padre de Suè-Lao, informándole sobre el ataque al templo de las doncellas y el secuestro de su hija. Preocupado ante su destino, éste ordena a sus mejores guerreros Tang-Yù (maestros del combate) que se trasladen hacia allá para traerla de regreso, dando muerte al responsable. 
Poniendo a Solín a vigilar, Kalimán dedica toda la noche a seguir cavando para poder dar con la prisión de Sue-Lao, haciendo un agujero lo bastante hondo para que Mao-Fù no pueda verlo cuando pasa para inspeccionar su trabajo. Sué-Lao no puede resistir, a punto de caer en la inconsciencia y darles oportunidad a las ratas de devorarla cuando Kalimán abre su entrada, sacándola de ahí. Antes de emprender la fuga, el Hombre Increíble recupera sus cosas (la esmeralda y su casaca), retenidas por Mao-Fù, preparando todo tipo de estropicios en el campamento, desatando el caos para confundirlos a todos y cubrir su escape. Amenaza a Mao-Fù para asegurarse de que nunca olvide su nombre y toma un caballo para proceder con la huida. 
Lejos de la Gran Muralla, el trío pondera su camino a seguir. Con el templo destruido, a Sué-Lao sólo le queda regresar con su padre, y Kalimán se apunta para escoltarla, sobretodo al contarles que en su palacio se venera la sagrada flor de loto que tanto necesitan. Conforme viajan, Sué-Lao va enamorándose cada vez más de Kalimán, consciente de que su padre no le permitiría casarse con un plebeyo extranjero. El viaje los lleva a un valle nevado donde encuentran corderos muertos (obteniendo provisional alimento y piel con la que Kalimán confecciona prendas para que sus compañeros se protejan del frio, siendo él mismo inmune gracias a su acondicionamiento en el Tíbet). El hallazgo apunta hacia la presencia de animales salvajes y Kalimán deduce que se encuentran en territorio de osos que han emigrado desde Rusia. Su temor es confirmado cuando más adelante uno de los osos mata a su caballo, complicando su camino. El asesino llama a sus compañeros y pronto se ven rodeados por las bestias. Kalimán defiende a Solín y a Sué-Lao como puede pero son demasiados y no le queda otra opción que provocar un alud para asustarlos, implicando el ponerse en riesgo ellos mismos.

   

Los tres quedan inconscientes momentáneamente y una osa que ha perdido a su cría adopta a Solín como sustituto, arrastrándolo hacia su cueva. Al despertar Kalimán y Sué-Lao, siguen el rastro para rescatarlo. 
Mientras, los guerreros Tang-Yù llegan con Mao-Fu, matando a varios de sus hombres para demostrar que hablan en serio al inquirir sobre la localización de la princesa. Astutamente, el villano informa que fue secuestrada por Kalimán, dando todas sus señas descriptivas, confiando en que se matarán entre si y ya no volverán a molestarlo (efectivamente pero tampoco volveremos a ver a Mao-Fù por el resto de la historia). 
Kalimán y Sué-Lao descubren la madriguera de los osos, aprovechando la dirección del aire que impide que puedan olfatearlos. Usando la telepatía, Kalimán contacta a Solín, advirtiéndole que no intente nada y espere a que ellos lo encuentren.

   

En eso, un oso macho se mete a la cueva con malas intenciones para Solín pero su “madre” lo defiende. Empleando una soga, Kalimán intenta deslizarse a la cueva de Solín pero Sué-Lao es descubierta por una de las fieras y le indica saltar para ponerla a salvo. El oso rompe la soga con los dientes y Kalimán se asegura de absorber el impacto para protegerla, aunque ambos terminan inconscientes. Los osos los arrastran hacia un pozo para mantenerlos como reservas de alimento. Al despertar, ponderan su situación y Kalimán advierte un peligro mayor con la aparición de lobos hambrientos. Kalimán lucha contra ellos pero de nuevo es superado en número hasta que los mismos osos acuden en defensa de su comida, ahuyentando a los intrusos. Dejan a un oso custodio, frustrando los intentos de Kalimán de escapar saltando hacia arriba. Solín permanece al lado de la osa, resignado a su suerte ya que sólo ella impide que los demás lo devoren. Amanece y los osos les ofrecen una soga a los prisioneros como parte de una ceremonia para devorarlos. 

   

El más fuerte reta a Kalimán a pelear y el Hombre Increíble ve su única oportunidad de librarse, empleando la astucia para dominar a la bestia, amarrándole las patas. Los osos se acercan para devorar al perdedor pero Kalimán lo libera, obligándolo a pelear para seguir demostrando su superioridad, aprovechando la confusión para echar a correr. Solín se incorpora y más tarde ven que la osa los ha seguido, aceptando su compañía. El trío y su nueva acompañante se aleja del valle de los osos, entrando a un nuevo territorio peligroso donde ahora son presa del Yeti, el cual los ataca sorpresivamente, arrojando rocas, derribando a Kalimán. Centra su atención en Sué-Lao, decidido a convertirla en su compañera, capturándola después de barrer el piso con Solín y la osa. Kalimán se repone y percibe las huellas en la nieve, siguiendo el rastro de la mítica criatura. 

   

Dan con su cueva en lo alto de una montaña donde tiene la ventaja para rechazarlos pero Kalimán emplea una hábil táctica, arrojándole ramas incendiadas, logrando asustarlo y hacerlo caer directo a su muerte. Toman a Sué-Lao cuando otros Yetis enfurecidos se aproximan para atacarlos. Escapan saltando a un banco de nieve blanda pero las bestias no pierden detalle y juran venganza. El grupo sigue adelante y finalmente se encuentran con los guerreros Tan-Yù, que todo el tiempo estuvieron siguiéndoles el rastro. Convencidos de que Kalimán tiene a Sué-Lao prisionera, lo tratan como criminal. Ella les ordena dejarlo en paz pero como persisten en insultan la hombría de Kalimán, éste acepta trabarse en duelo desigual contra los dos.

   

No pasa mucho antes de ser interrumpidos por una lluvia de enormes piedras, cortesía de los Yetis, y los dos guerreros mueren aplastados. Kalimán y sus compañeros echan a correr, perdiendo de vista a las criaturas (esta vez convencidas de haber acabado con ellos). Al ir saliendo del territorio nevado, Solín le indica a la osa que regrese con los suyos, agradeciendo su ayuda, y el grupo continua su camino, montados en los caballos de los guerreros caídos. Un soldado los divisa y rápidamente manda un comunicado a Kué-Sao, interpretándolo como que su hija ha sido hecha prisionera por los extranjeros en aras de pedir un rescate por su devolución. Irritado, el mandarín ordena que los vigilen y los capturen para ejecutarlos en cuanto se acerquen. Ignorantes de lo que se conspira en su contra, el grupo descansa en una posada y Sué-Lao sufre por sus callados sentimientos hacia Kalimán. Amanece y retoman el camino hacia el palacio, percatándose de que los espían. Sué-Lao se impacienta y se adelanta a llegar a las puertas del castillo, acción malinterpretada que da la impresión de que huía de sus captores, incitando a los soldados a que los capturen con una red. Kalimán usa su fuerza para liberarse y se defiende pero lo golpean en la cabeza y toman medidas para inmovilizarlo. Kué-Sao ordena que los decapiten y todo parece perdido hasta que Sué-Lao consigue hacerse oír para darles la oportunidad de defenderse ante su padre. El mandarín sigue sin verse muy convencido, creyendo que Kalimán tiene a su hija hipnotizada, pero ella le da un giro al asunto, anunciando que están enamorados. Kalimán le sigue la corriente y Kué-Sao decide someterlo a la prueba del valor para demostrar que es digno de la mano de la princesa. Kalimán acepta y pasa la primera parte que consistía en defender a Sué-Lao cuando Kué-Sao ordena que la maten con la excusa de que prefería verla muerta que casada con un extranjero. La última parte consiste en ponerlo a pelear contra un maestro de kendo, al que Kalimán logra derrotar no sin mucho esfuerzo y con gran destreza. Impresionado, Kué-Sao lo acepta como futuro esposo de su hija y dispone de todo para celebrar la boda al día siguiente.

   

Kalimán y Solín son tratados como invitados de honor, dándose tiempo para reponerse y relajarse del largo viaje. No obstante, persiste la inquietud cuando Sué-Lao y Kalimán se sinceran sobre sus mutuos sentimientos, poniendo al Hombre Increíble en el dilema de tomar la flor de loto que buscaban (la cual le es ofrecida por Sué-Lao como regalo de bodas) y regresar a su época o quedarse con Sué-Lao indefinidamente. Su decisión final es casarse con ella con todo y que perderá el alma pero ese compromiso es destruido en un instante. 
El Caballero Negro, un poderoso y temido personaje que actúa como líder de una banda de criminales, irrumpe en el palacio, con la firme intención de matar al mandarín. Kalimán se dispone a intervenir pero Kué-Sao le ordena no hacerlo (aludiendo cuestiones de honor) y envía a su mejor guerrero contra el villano. Las habilidades y armadura del Caballero Negro lo hacen invencible en batalla, por lo que en breve da cuenta del mejor elemento de Kué-Sao, al que procede a eliminar disparándole una flecha a distancia. El mandarín muere en brazos de Kalimán y éste le promete vengarlo, desafiando inmediatamente al Caballero Negro. Con todo y su protección, el villano es desarmado por Kalimán, empezando a verse dominado por sus maniobras de lucha.

   

Diablo, el caballo del enemigo, interviene y arremete con feroces coces contra el Hombre Increíble, obligándolo a soltar a su amo. El Caballero Negro anuncia la retirada y su banda parte enseguida, habiendo cumplido su misión (además de prenderle fuego a la pagoda donde se guardaba la flor de loto). 
Al día siguiente, tiene lugar el funeral de Kué-Sao y como toda hija devota, Sué-Lao debe guardarle luto, cancelando el compromiso e indicándole a Kalimán que aun puede obtener otra flor de loto en el bosque misterioso, una zona que tendrá que cruzar para llegar al territorio del Caballero Negro y hacer justicia. Restándole importancia a la razón de su estancia en el pasado, Kalimán y Solín parten rumbo a una gran batalla contra su nuevo enemigo.

   

Continuara… 

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