Sin razón aparente, la revista hace un retroceso al presentar la serie 16 de Kalimàn, trayéndonos una de sus aventuras más curiosas. El Hombre Increíble y su inseparable compañero se ven atrapados en el mundo de los mitos griegos, enfrentando todo tipo de peligros extraordinarios y conociendo a las tradicionales celebridades. Si hay un problema con esta historia es el defecto terrible sobre una muy discutible adaptación de dichos mitos.
La revista sigue adelante con sus secciones y suplementos especiales. Las frases de La sabiduría de Kalimàn son reemplazadas a partir del No. 189 por Los conocimientos de Solín adquiridos durante sus aventuras (en realidad, son puros dichos y refranes), culminando en el No. 200. En su lugar, desde el No. 201 vuelvan a presentar a Los enemigos de Kalimàn (repeticiones a su vez, excepto por el No. 206). A partir del No. 207, restauran La sabiduría… (Pero sólo hasta el No. 216, siendo sustituida por publicidad).
Continúa la indecisión sobre el titulo de Kalimisterios, El extraño mundo de Kalimàn y Kalinotas de la serie de información de temas varios. Repiten los ya vistos para irse con novedades (a partir del No. 201) que abarcan con un estudio más detallado del significado de las profecías de Nostradamus, el caso de los vikingos, protesta contra las armas nucleares, el planteamiento en La guerra de los mundos, nueva discusión sobre los fantasmas, el mito de Aker, metidas de pata en la ciencia medica, la expedición a la “tierra hueca”, los casos del conde de Saint Germaine, Cristóbal Colon y François Eugene Vidocq, los enigmas de Memnòn, Agharta y Ahnenerbe, y más coincidencias entre culturas.
A partir del No. 193, en la contraportada ofrecen imágenes de la película de Kalimàn hasta el No. 205. Desde el No. 208, presentan Las enemigas de Kalimàn, manteniendo hasta el 212, retornando en el 217, para en el 219 ya tornarse en Los enemigos (pero sin darle ya titulo a la sección, sólo el nombre de los villanos).
Kalimàn, el Hombre Increíble No. 180-205
Kalimàn y Solín viajan en el Venus, barco de Nicolos, un viejo amigo de Kalimàn, navegando por Grecia como parte de una expedición por las islas. Uno de los fines de la tripulación de Nicolos es dar con un raro tiburón albino para capturarlo y llevarlo a un acuario para exhibirlo. Durante el trayecto, un marinero supersticioso da testimonio ante Kalimàn y Solín sobre una serpiente marina a la que culpa de la muerte de su hijo (revelando más adelante que oculta un rifle en secreto, armado especialmente para eliminar a la criatura). Kalimàn duda que exista dicho monstruo marino, aludiendo que muchas veces estos no son más que trombas que los sobrevivientes confunden con tales.
El tiburón blanco es finalmente avistado y los marineros disponen de todo para capturarlo, pero son sorprendidos por el escualo, viéndose en una situación peligrosa. Kalimàn se echa un clavado para ayudarlos, empleando hábiles maniobras para confundir al tiburón y hacer inevitable su captura.
El marinero supersticioso les advierte que desatarán la ira de los antiguos dioses ya que ese animal es sagrado pero no le hacen caso. Kalimàn cuestiona esa creencia, resultando muy pronto ser verdadera cuando de las aguas emerge la gigantesca forma de Neptuno, el dios del mar, furioso por la captura de uno de sus hijos. Lo libera y desata una terrible tempestad, destruyendo el barco y ocasionando que perezcan Nicolos y su tripulación.
Solamente sobreviven Kalimàn y Solín gracias a que el Hombre Increíble sostiene a su compañero, resistiendo las aguas agitadas hasta que la tormenta cesa. Divisan una isla desconocida y se dirigen ahí para descansar.
Apenas se han recostado en la arena cuando escuchan los gritos de una mujer, presa de unos hombres que pretenden ahogarla. Heroico y solicito como siempre, Kalimàn acude en su auxilio, enfrentando a los abusivos, haciéndolos huir.
La mujer se presenta como Calypso, hija de Zeus y Atenea, dando gracias por salvarla de los emisarios de Poseidón, pero se retira prontamente (aparentemente, convirtiéndose en garza). Kalimàn y Solín quedan desconcertados sobre en donde se encuentran exactamente. Regresan a la playa para inspeccionarla y se les aparece la diosa Venus, disculpándose por la conducta de Poseidón y agradeciéndole haber salvado a Calypso, explicándole a Kalimàn que por ella ha sido elegido para recibir su ayuda y salir de esa isla donde el tiempo es diferentes del resto del mundo de los mortales.
Le advierte que su buena acción le ha hecho también merecedor del odio de Poseidón, un dios maligno que quiso matar a Calypso para vengarse de Zeus. Para facilitar su viaje, les obsequia tu túnica antes de despedirse, la cual funciona como una extraña balsa que envía a Kalimàn y a Solín a otra isla misteriosa. Se internan en la vegetación para buscar alimentos y descansar antes de seguir su camino. Un grupo de recelosos centauros los divisan y suponen cómplices de Poseidón, atacándolos a distancia con sus flechas. Kalimàn y su compañero los eluden y trepan en un árbol para resguardarse.
Kalimàn salta sobre una de las criaturas, tratando de demostrar que está de su lado pero el centauro no lo cree, amenazándolo con que se larguen enseguida o los matarán.
A Kalimàn y a Salín sólo les queda seguir adelante, dando con un templo repleto de hermosas doncellas donde se venera al dios Zeus. Corren la voz de alarma y antiguos soldados griegos acuden para aprenderlos, llevándolos con su gobernante, Galo. Kalimàn intenta explicarle su situación, mostrando como prueba de su contacto con Calypso una joya que ella le dio pero no le cree nada, suponiéndolo un ladrón de templos, condenándolo a muerte junto con Solín. El Hombre Increíble exige luchar por su libertad y Galo se lo concede, poniéndolo contra Calígula, un gigante asesino.
Con algo de dificultad, Kalimàn logra dominarlo y derrotarlo pero Galo falta a su palabra e insiste en que los maten. A Kalimàn no le queda más que resistirse, luchando contra los soldados para abrirse paso y tomar a su pupilo, emprendiendo la huida. A bordo de un carruaje tirado por caballos, consiguen escapar y burlar a los soldados, viéndose libres para continuar su camino.
Desde su guarida, Poseidón se interesa por Kalimàn y se transforma en buitre para salir en su busca, fraguando un plan perverso.
Kalimàn y Solín encuentran a una mujer centaura que observa, impotente, a su hijo hundirse en arenas movedizas. Acomedido, Kalimàn ayuda a sacarlo y en agradecimiento, ambos les ofrecen servirles de monturas para acercarlos a la ruta para salir de la isla.
Los dejan en el Valle del Silencio, un terreno que ellos no tienen permitido pisar, advirtiéndoles que tengan cuidado ya que ahí acecha la muerte. Kalimàn y Solín les dan las gracias y se internan en el siniestro paraje, ignorando que Poseidón acecha. La maligna deidad se transfigura, haciéndose pasar por un anciano atrapado en una fuerte corriente. Kalimàn lo rescata, permitiendo que se aferre a su cuerpo, pero una vez que están en tierra firme, Poseidón hace su jugada, recuperando su forma original y anunciando que le ha robado a Kalimàn su juventud, condenándolo a envejecer rápidamente y morir.
Debilitado, el Hombre Increíble intenta detenerlo, pero Poseidón escapa, transformándose en murciélago. Venus se manifiesta nuevamente, advirtiéndole a Kalimàn que dentro de tres meses morirá sin remedio a menos que pueda arrebatarle a Poseidón su amuleto mágico y destruirlo. Indicándole que para encontrarlo debe viajar a las islas del norte pero el camino estará lleno de peligros.
Kalimàn y Salín conocen su misión y siguen hasta encontrar un puerto. Convenientemente, se enteran por un viajo marinero de que el capitán de su embarcación convalece entre la vida y la muerte, retrasando su partida que consiste en encontrar y eliminar a Poseidón por una cuantiosa recompensa. Entre los miembros, se encuentra el traicionero y sanguinario Aristos, haciendo alarde de que nadie podrá arrebatarla el puesto de nuevo capitán. Kalimàn se apunta para retarlo y tiene lugar una lucha en la que Aristos se la pasa haciendo sucias maniobras. Kalimàn se impone y lo derrota, asumiendo enseguida su labor como capitán. Pero Aristos jura vengarse a la menor oportunidad…
Durante el trayecto, un halcón rojo herido por una flecha aterriza en el barco. Solín lo apacigua y decide conservarlo de mascota, descubriendo que éste puede hablar (pero para cuando le informa a Kalimàn, el pájaro se hace el mudo). Aristos ve su oportunidad de desquitarse por la humillación pasado, arrojando a Solín al agua cuando andaba distraído. El halcón lo auxilia al pasarle una cuerda de la que luego tira Kalimàn, sospechando enseguida del responsable. Antes de que le de su merecido, el barco es atacado por un pulpo gigante, amenazándolos a todos. Kalimàn y sus compañeros batallan para defenderse de sus tentáculos pero al final es el halcón quien le sopla a Solín el punto débil del monstruo, avisándole a su mentor. Kalimàn usa una espada para herir al pulpo en su ojo y el ataque cesa.
Pasan a otro día y Neptuno observa la embarcación a lo lejos, deseoso de vengarse de Kalimàn por el atentado anterior, solicitando ayuda de Eolo, el dios de los vientos, para que sople y amenace con hundir la embarcación.
El halcón abandona y todos entran en pánico ante la intensidad de la tempestad, excepto el Hombre Increíble. Hábilmente, Kalimàn dirige el barco hasta situarlo detrás de una montaña, haciendo vanos los esfuerzos de ambas deidades.
Habiéndose librado, anclan en una isla para proceder con las reparaciones del barco y abastecerse de agua potable. Solín, tonto como siempre, se aleja para perseguir a un pájaro con inteligencia humana. Kalimàn lo advierte y va tras él, hallándolo atrapado por las ramas de un árbol. Otras se estiran para agarrarlo a él pero las elude fácilmente y toma a su pupilo para salir de ahí. Encuentran a una mujer atrapada en una trampa natural y después de que Kalimàn la auxilia, ella se encapricha en hacerlo su esposo. Súbitamente, Kalimàn y Salín se ven rodeados por zarzales gigantes y la mujer se transforma en ave, anunciando que están en la Isla de los Pájaros donde su raza es superior, condenándolos a morir ahí de hambre y sed hasta que él acceda a casarse con ella (¿Por qué querría casarse con un “inferior” humano?).
Kalimàn no se deja vencer y procede a desatar un incendio. Logran escapar pero cientos de pájaros les cierran el paso y águilas reales los transporten por el aire hasta colocarlos en una jaula gigante en las montañas, advirtiéndoles que los destinarán para alimentar a sus hijos.
Mientras, Aristos aprovecha la ausencia de Kalimàn para autonombrarse como nuevo capitán, predisponiendo todo para partir, alegando que él y el muchacho murieron. El viejo marino tiene esperanzas en que Kalimàn regrese y destruye los barriles de agua potable para retrasar la salida.
Kalimàn y Solín logran salir de la jaula para escapar pero son descubiertos y los llevan enseguida con los aguiluchos. Los resisten como pueden y caen desde el nido, confiando en que la capa de Kalimàn basta para amortiguar el impacto. Kalimàn queda inconsciente pero Solín lo hace reaccionar cuando se ven rodeados, con los pájaros dispuestos a despedazarlos y persistir en usarlos como alimento.
El halcón rojo reaparece y convence a sus compañeros de que dejen en paz a aquellos que le salvaron la vida, dándoles la oportunidad de partir inmediatamente y alejarse de esa isla donde los humanos no son bienvenidos, saldando así la deuda.
Kalimàn y Solín regresan al barco antes de que zarpen (para gran disgusto de Aristos) y ponderan la próxima ruta a seguir. Kalimàn insiste en que vayan por la más corta, aunque eso signifique pasar por el territorio donde populan las sirenas, donde nadie sale vivo. Para no desatar el pánico entre la tripulación, Kalimàn pide que el secreto lo guarde el viejo marino y otro mas. Aristos escucha sin que lo vean, decidiendo desatar un motín al obligar al otro a confesar ante sus demás compañeros. Intentan apuñalar a Kalimàn en su camarote mientras duerme pero éste adivina sus intenciones y los toma por sorpresa, indicándoles que es demasiado tarde para desviarse y sólo les queda seguir.
Todos se ponen cera en los oídos para no escuchar los cantos de las sirenas pero el sonido se impone, atrapándolos en su hechizo que consiste en atraerlos hacia ellas, invitándolos a alcanzarlas bajo el mar para verlos morir ahogados. Kalimàn ata a Solín al mástil para que no se una a los demás pero él mismo no puede evitarlo, ganándose la atención de la reina de las sirenas, impresionándola con su destreza y audacia.
Lo invita a seguirlo a lo más profundo, directo a su reino submarino, introduciéndolo en una cueva donde puede volver a respirar. Al recobrar la conciencia, le ofrece a Kalimàn permanecer a su lado, admitiendo haberse enamorado de él, indicando que con el tiempo podrá convertirse en “hombre-pez”, bajo amenaza de ordenarle a sus súbditos que lo maten si intenta escapar. Kalimàn decide darle por su lado, esperando por una oportunidad para dejarla.
Solín intenta mantenerse consciente en el mástil, incapaz de defenderse de hambrientos buitres. El halcón regresa para ayudarlo cuando el chico ya no puede más, ahuyentando a las aves de rapiña. Al despertar, rompe las ataduras de Solín y le ofrece ir a vivir con él a la Isla de los Pájaros pero el muchacho insiste en esperar por el retorno de su mentor. Pronto recibe noticias de él, mediante comunicación telepática, animándolo (aunque en cuanto el halcón se despide, ya anda pensando si de verdad Kalimàn le hablaba en su mente o fue producto de su imaginación).
Kalimàn se oculta en la cueva para hacerle creer a la reina sirena que ha escapado, siguiéndola a distancia para mostrarle el camino de escape. La sirena pone a todos los animales marinos vigilando, con órdenes de matarlo, pero Kalimàn los alude astutamente, utilizando a una tortuga asustada para ascenderlo a la superficie.
Prontamente, reúne a los marinos sobrevivientes que se quedaron atrapados en los arrecifes, sacándolos del hechizo y moviendo el barco para alejarse de las islas antes de que la sirena y su ejército puedan alcanzarlos. La sirena se resigna, admirando su habilidad, deseándole suerte en su viaje.
Sin embargo, el peligro no ha terminado, ya que no tardan en ser atacados nuevamente por Eolo. Kalimàn vuelve a resistirlo con sus excelentes movimientos de navegación, y la deidad, perezosa por naturaleza, desiste y lo deja en paz, reconociendo su valentía.
El viaje continúa pero otra vez hay agitación por la decisión de Kalimàn al navegar por el territorio de los ciclopes. Desde un principio, Kalimàn pone a Aristos en su lugar para que no incite otro motín, asegurándoles a los marinos que se mantendrán alejados del peligro. Evitando acercarse a las siniestras islas manteniendo el barco anclado pero durante la noche, uno de los ciclopes se sumerge para cortar la cadena, dejando que éste se aproxime mientras duermen. Advierten demasiado tarde el cambio de la jugada y son victima del ataque masivo de los gigantes.
Los resisten como pueden y Kalimàn dirige el barco por otro camino pero los emboscan, bombardeándolos con enormes rocas. El barco es destruido y capturan a los sobrevivientes (que incluyen al viejo, a Aristos, y por supuesto, a Solín). Kalimàn es dado por muerto, quedando a la deriva, en un punto donde se le arriman cangrejos caníbales. Despierta en el último momento para defenderse y seguir las huellas para conocer la suerte de sus compañeros.
Los marinos son puestos como esclavos de los ciclopes mientras el jefe regala a Solín para que sirva especialmente a su hijo bravucón, siendo victima constante de burlas y maltratos.
Solín resiste las humillaciones, confiando en que Kalimàn sigue vivo y lo rescatará.
Aristos, venenoso como siempre, solicita una audiencia con el jefe de los ciclopes, usando el argumento de que Kalimàn escapó y se ufanará de eso, atentando contra el orgullo de su raza. A cambio de que le den una balsa para escapar, le propone que sacrifiquen a Solín ante su deidad búfalo como una artimaña para atraer a Kalimàn y así eliminarlo por la ofensa. El jefe toma nota (pero no accede a su petición, dejándolo como esclavo).
Solín es prontamente arrojado con el furioso búfalo y tal y como se esperaba, el Hombre Increíble aparece al último momento para auxiliarlo, derrotando a la bestia al golpearla en los puntos correctos.
Impresionados al ver caído a su deidad, los ciclopes se postran ante Kalimàn y permiten que gobierne sobre ellos. Consciente de que eso significa que lo retendrán indefinidamente en la isla y no le permitirán irse con sus compañeros, Kalimàn asume el puesto en lo que se da tiempo para planear su escape. Como rey, Kalimàn propone iniciativas benéficas para mejorar las tácticas de cacerías de los ciclopes y les enseña a labrar la tierra.
No obstante, tiene problemas en amar a la ciclope que le pusieron como pareja (por razones obvias), lo que es considera como una ofensa para ellos, aunque lo toman como una señal de que Kalimàn reconoce su “inferioridad” al tener dos ojos. El jefe le indica que le extirparan un ojo para que sea como ellos y así pueda corresponder a su pareja.
Kalimàn accede pero clandestinamente ya había estado preparando una ruta de escape, cavando un túnel desde una cabaña donde se recluía regularmente, reuniéndose con sus compañeros para predisponer de una barca para fugarse a una hora acordada. Proceden con el plan pero los ciclopes descubren el engaño y retrasan la partida. Kalimàn se mantiene cavando el túnel pero para cuando llegan al punto, Aristos ya ha convencido a todos (excepto al viejo) de adelantarse y tomar la barca. Kalimàn y Solín se reúnen con el anciano y desde ahí observan como Aristos y los demás son masacrados por los ciclopes, que nuevamente arremeten con rocas desde lo alto.
Con los ciclopes creyéndolo muerto, Kalimàn y sus compañeros se internan en la isla para buscar otra ruta de escape, encontrándola en la forma de pegasos que andaban pastando. El Hombre Increíble propone capturarlos pero la maniobra falla debido a la interrupción de un grupo de amazonas, amenazándolos con sus flechas envenenadas, haciéndolos sus prisioneros.
Los trasladan a su aldea construida sobre los arboles y durante el camino, Kalimàn se desvive entre comentarios que alaban su ingenuo y uno que otro de contenido sexista (postura respalda por el viejo). Iliana, la líder de las amazonas, consulta con la matriarca sobre que hacer con los prisioneros, y ella la recuerda la historia de cómo surgió su comunidad, apoyada en la ideología de que los hombres son malos y nunca deben dominarlas. Iliana propone hacerlos sus esclavos en vez de matarlos y la matriarca acepta poner a uno de ellos a prueba para demostrar su capacidad. Por supuesto, Iliana elige a Kalimàn y la primera prueba consiste en superarla a ella en puntería con el arco. Kalimàn triunfa, vanagloriándose demasiado al proceder con más comentarios sexistas cuando ella indica que la segunda prueba será luchar en contra de la más fuerte de las amazonas: Telma. Kalimàn no se amedrenta y es sorprendido por las arremetidas de la amazona, apoyada e impulsada por las lianas. Usando una flecha, Kalimàn troza la liana y la hace caer, orillándola a empuñar un cuchillo.
Se lo arrebata y la domina con su infalible y muy sexista táctica, a través de un apasionado beso. Telma queda atontada y acepta la derrota. La matriarca se indigna e insiste en que los maten cuando se aparece una tribu de gorilas que las atacan constantemente en busca de sacrificios. Aun viéndose superadas en número, las amazonas luchan valientemente después de poner a salvo a la matriarca, pero Kalimàn es demasiado caballeroso (y sexista) para dejarlas pelear, entrándole a la refriega. Reta al jefe de la manada y lo derrota con golpes certeros y las maniobras de costumbre.
Con su jefe derrotado, los gorilas se retiran y las amazonas ahora si quedan absolutamente convencidas de que Kalimàn merece tener un lugar entre ellas, junto con sus compañeros. Aun así, Kalimàn sabe que no puede quedarse, recordando que el plazo para morir de vejez se acorta y Venus se presenta nuevamente para darle nuevas indicaciones. Tras complacer el deseo de Iliana para experimentar el beso, Kalimàn habla con la matriarca para que lo dejen ir, indicando que el viejo se quedará (ya que no desea más aventuras ahora que todos sus compañeros estiraron la pata). La matriarca accede y tiene lugar la despedida (con Iliana prometiendo nunca olvidar los besos de Kalimàn y a Solín pasándose de baboso al no comprender la decisión de su amigo marino de quedarse entre puras mujeres).
Mientras, Poseidón es informado por sus siervos de la situación de Calypso, navegando por aguas cercanas, decidiendo que es una excelente oportunidad para capturarla y utilizarla para dominar a Zeus. Aprovechándose de la confianza que le tiene a Kalimàn, el villano cambia su forma a la de éste y predispone todo para la sucia treta.
De vuelta con Kalimàn y Solín, siguiendo las indicaciones de Venus, dan con una embarcación en la playa. Se sorprenden al descubrir a la tripulación entera convertida en esqueletos que extrañamente se quedaron inmóviles en sus posiciones, intrigados por el misterio. Al caer la noche, los esqueletos cobran vida y toman a Solín como rehén. El capitán revela que son victimas de la maldición de Caronte, el mensajero y lanchero de la muerte, quien a través del agua de la lluvia, los condenó a vivir en esa forma, en la que sólo de noche pueden moverse.
Le encomiendan a Kalimàn penetrar en el territorio de Caronte y apoderarse del Fuego de la Vida, lo único que puede anular la maldición, o de lo contrarios le darán a Solín el Agua de la Muerte para que comparta su destino, dándole solamente esa noche como plazo para lograrlo. Kalimàn no tiene otra opción y se compromete.
A bordo de la embarcación custodiada por navíos de guerra, Calypso no puede dejar de pensar en Kalimàn, esperando volver a verlo. El barco de Poseidón y sus hombres se aproxima, disimulando para que se confíen y les den acceso. Hermes, el mensajero de los dioses, notifica a Calypso que Kalimàn viaja en ese barco, y ella da autorización para que les abran paso, cayendo en la trampa. No pasa mucho para que Poseidón revele su verdadero ser, ordenando que masacren a toda la tripulación.
Solamente dejan escapar a Hermes con el fin de que informe a Zeus y Kalimàn sea culpable del crimen.
Efectivamente, Hermes envía tal reporte y Zeus enardece, enviando a su guerrero más fuerte, Hércules, para que libere a su hija y mate a Kalimàn.
Kalimàn sigue los cantos mortuorios para unirse a la procesión de muertos que suben a la barca de Caronte. En vez de avanzar hacia el Fuego Eterno con los demás, toma otra dirección para dar con el Fuego de la Vida, pero es descubierto por Caronte, ordenándole unirse a los otros.
Kalimàn le hace ver que todavía está vivo y Caronte lo comprueba al revisar la lista de los muertos. No obstante, se niega a dejarlo partir, y mucho menos a admitir la injusticia que cometió sobre aquella tripulación. Utiliza sus poderes para invocar serpientes que inmovilizan a Kalimàn, con el fin de retenerlo hasta que muera naturalmente. Empleando una serie de cantos para dominar serpientes, Kalimàn logra zafarse de los reptiles y llegar a otra barca de Caronte, aprovechando que no está para tomarla y partir con el Fuego de la Vida. Caronte lo percibe y destruye la barca pero Kalimàn escapa y lo pierde de vista en la oscuridad.
La tripulación de esqueletos ve próximo el amanecer y se disponen a cumplir la sentencia. Antes de que puedan obligar a Solín a beber el agua, regresa Kalimàn y emplea el Fuego de la Vida para que su calor les permita recuperar sus cuerpos. La agradecida tripulación decide convertirlo en su nuevo capitán y ponerse bajo sus órdenes, dándole a Kalimàn más recursos para seguir adelante con su misión.
Lamentablemente, esos planes se ven alterados con la súbita aparición del temible Hércules.
Continuará…
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